A PRIMERA VISTA
- Natigarlob

- 12 feb 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 12 ago 2019

Hay días que te cambian la vida. Para mi, ese día fue el 1 de enero del 2017.
Recién había entrado a hacer mi práctica como periodista a uno de los canales de TV más importantes del país y en un acto "desesperado" por causar una buena primera impresión, me ofrecí para cubrir el turno de año nuevo.
Era la primera vez que pasaba esa fecha sin mi familia y cuando dieron las 12 no me pude aguantar las lágrimas. La pena de esa noche se hizo eterna, hasta que después de una larga jornada pude llegar a mi departamento y descansar.
Al día siguiente, mi corazón aún se sentía solo, pero las sabias palabras de mi mamá se me vinieron a la mente y recordé que si estaba ahí en ese momento era porque estaba haciendo lo que más me gustaba: ser periodista. Quién iba a decir que el destino me tendría preparada una sorpresa mucho mayor.
Como el 1 de enero es feriado y la mayoría de los trabajadores estaba descansando, la producción hizo un asado para los pocos que tuvimos que trabajar ese día. Fui hasta el patio trasero del canal y ahí estaban.
Una de mis compañeras de práctica conversaba muy animosa con un grupo de hombres jóvenes que a juzgar por su apariencia no eran periodistas, pero trabajaban en el mismo lugar. Me acerqué sin ánimo de hablar pero uno de ellos comenzó a hacer las típicas preguntas que se le hacen a una persona desconocida: ¿cómo te llamas? ¿de dónde eres? ¿cuántos años tienes?, etc, etc, etc...
Tenía el pelo rizado, la barba desarreglada, un look relajado y una sonrisa amplia que contagiaba alegría. No paró de hablar hasta que me fui y me impresionó la facilidad con la que logró sacarme de la pena que aún sentía.
Lo que vino después fue una suma de eventos que hicieron que dos años después, ese mismo hombre se convirtiera en uno de los pilares fundamentales de mi felicidad. Todo luego de una simple mirada y un par de palabras.
Natalia.



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