Mantener la fe
- Natigarlob

- 16 ago 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 25 feb 2020
He escuchado muchas veces que las relaciones de pareja comienza a apagarse cuando la conversación no fluye. Mirarse y que no surja nada nuevo que contar puede ser el comienzo de una serie con final predecible. Luchar contra eso es amor.
Que lindas son esas noches en las que el ruido de la tele es solo un zumbido que se escucha a lo lejos, muy por debajo de nuestra voces contándonos todo, analizando y armando teorías de un mundo perfecto donde somos millonarios y recorremos el mundo juntos.
Que hermosos son los viajes, en que cada situación que vemos en el camino se vuelve una historia distinta. Como cuando recorrimos Valparaíso de la mano, aplanando los cerros, jugando a ser Federico Sánchez y Comparini apreciando la arquitectura del puerto. O cuando fuimos al museo de autos antiguos e imaginábamos como nos veríamos conduciendo en Mónaco con el pelo al viento.
Hay tantas situaciones que hemos vivido juntos, y en cada una de ellas las palabras son protagonistas.
Incluso en nuestros peores momentos, hablar ha sido el eje principal para gritar todo lo que pensamos y luego arreglar lo que nos hace mal. Llegamos a un nivel de confianza en el que si no hay comunicación no hay nada, por eso, mantengo la fe en el poder de las palabras. Son ellas las responsables de que hoy recorra un camino incierto, donde todo lo que decimos se transforma. Pero creo firmemente que serán ellas mismas las que nos devuelvan a nuestro centro, ese donde solo los dos sabemos estar en perfecto equilibrio. Sé que nos llevarán a nuestro refugio.
De todas las cosas que nos hemos dicho, la que mejor recuerdo es la que me dijiste hace más de dos años, cuando creías que dormía y tu cara se hundía en mi pelo: Te amo.
Natalia.





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